"Se murió de pena" suele decirse cuando alguien no puede soportar la muerte de su pareja y fallece a los pocos días. "No podían vivir el uno sin el otro" relatan innumerables novelas y canciones de amor. Sin embargo, más allá de la sabiduría popular, la literatura o la música, la ciencia también es capaz de explicar por qué algunos corazones dejan de latir cuando pierden al amado.
Según los datos de una reciente investigación, tras la muerte de un ser querido, las posibilidades de sufrir un infarto aumentan considerablemente. El riesgo es especialmente elevado en las 24 horas que siguen al fallecimiento, aunque lo cierto es que "se mantiene alto durante al menos el mes siguiente" sobre todo entre quienes ya tienen una salud cardiovascular dañada, tal y como comentan los autores de este trabajo en el último número de la revista "circulation".
Aunque no han profundizado en las razones de esta relación, estos científicos de la Universidad de Harvard (EEUU) sugieren varias hipótesis que podrían estar detrás. Por un lado, aseguran, l estrés psicológico, la angustia y la desazón que provoca la pena generan cambios en el organismo -como un aumento de la tensión arterial- que pueden impactar directamente en las probabilidades de ataque al corazón.
Además, apuntan, durante los días siguientes a la pérdida de alguien cercano, muchas personas tienen problemas para dormir, pierden el apetito y experimentan alteraciones en su metabolismo, factores que también contribuyen a dañar el corazón. Por último, señalan que el duelo también puede hacer que muchas personas descuiden su medicación o lleguen a dejar de lado ciertos tratamientos básicos para mantener alejadas las enfermedades cardiovasculares.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores realizaron un seguimiento durante seis meses a 1.985 personas que sobrevivieron a un infarto entre 1989 y 1994. Entre otras pruebas, sometieron a cada participante a un cuestionario en el que se les preguntaba sobre las circunstancias en las que habían sufrido el infarto y sobre si habían perdido a una persona cercana en los últimos seis meses.
Un total de 270 individuos señalaron haber perdido al menos a un ser querido en ese periodo; en 19 de los casos, el ataque al corazón se produjo apenas 24 horas después de haberse enterado de la muerte del ser querido.
El análisis del trabajo demostró que el riesgo absoluto de infarto en los días posteriores al fallecimiento de un familiar o un amigo eransignificativamente más altos que los de un periodo 'normal'.
"Comparado con otros factores de riesgo cardiovascular, este es mucho menos común, por lo que el riesgo de padecer un infarto generado por la pena a lo largo de la vida es extremadamente bajo", matizan los científicos en sus conclusiones. "Sin embargo, parece justificable proporcionar apoyo social y medidas preventivas que ayuden a mitigar los posibles riesgos entre los individuos que experimentan la pérdida de una persona significativa", zanjan.
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