sábado, 18 de febrero de 2012

El arqueólogo español que resucitó el tercer coloso de Memnón


"Esto cambia los libros de historia", sostiene el arqueólogo español Miguel Ángel López Marcos. Y no es para menos. Después de siete años de labor faraónica, su equipo acaba de dar al traste con la orfandad de los colosos de Memnón, las dos gigantescas estatuas sedentes que flanqueaban en otro tiempo la entrada al monumental templo funerario deAmenofis III, en las afueras de la ciudad egipcia de Luxor.
Desde hace unos días el tercer coloso, uno de los dos que decoraban el segundo pilono del complejo, sorprende a quienes transitan la carretera que conduce a las necrópolis de Luxor, en el sur de Egipto. Como la pareja hermana, la escultura representa al faraón Amenofis III (1390-1352 a.C.) y está tallada en bloques de cuarcita traídos de 'Gebel el Ahmar', cerca de El Cairo. Es, además, uno de los escasos vestigios del que fuera el más espectacular templo funerario del antiguo Egipto situado en la ribera occidental del Nilo. Alrededor del 1.200 a.C. un fuerte terremoto lo redujo a escombros. Su material alimentaría nuevas construcciones levantadas, sobre todo, durante la época de Merenptah (1213-1203 a.C.), hijo de Ramsés II.
La figura recuperada, que pesa unas 250 toneladas y tiene 15 metros de altura, quedó sepultada por los aluviones del Nilo en mitad de un terreno arcilloso e inestable. Su rastro se desvaneció hasta que en 2002 el proyecto liderado por la germano-armenia Hourig Sourouzian lo halló sumergido en el agua a tres metros de profundidad. Un ejército de trescientos obreros, ayudado por poleas –a la usanza faraónica- y modernos cojines de aire comprimido, logró conducirlo a tierra firme. Y en 2004 López Marcos ganó la licitación para curar las heridas del gigante.
"Lo primero fue efectuar un estudio de las grietas. Había muchas superficiales y alguna más profunda", recuerda el restaurador español, que también constató que el lado izquierdo de la estatua sedente sufría graves daños mientras que el derecho, que había permanecido sumergido, conservaba en buen estado una figura de Tiye, la gran esposa real de Amenofis III. "Está casi intacta, a diferencia de lo que sucede con la misma estatua en los otros colosos", puntualiza López Marcos.
Además de rehabilitar y encajar las piezas de esta colosal estructura, su equipo rastreó la zona en busca de su localización exacta. Una vez hallada, los obreros plantaron en ella el pedestal consolidado con cemento. Y, tras una operación de una semana, el pasado lunes pusieron en pie el coloso, que disfrutará de su puesta de largo oficial el 1 de marzo. Su paso por el quirófano, sin embargo, aún no ha concluido. López Marcos todavía recuerda que el paciente está necesitado de testa, torso, pie y rodillas. "La cabeza pesa 22 toneladas y el pie 14", detalla. El pie derecho volverá a su lugar en breve pero el resto tendrá que aguardar hasta la próxima temporada para recomponer el puzle de esta obra maestra de la escultura egipcia.
La cura de este coloso es solo el principio de una aventura también colosal. "Yo aquí tengo hasta jubilarme", bromea el arqueólogo español. El majestuoso templo estaba compuesto por tres patios, un peristilo, una sala hipóstila y un santuario. El objetivo de este proyecto europeo-egipcio iniciado en 1998 es crear un museo al aire libre con las piezas recuperadas y recolocar todos los colosos. Está previsto que en la primavera de 2013 se alce la figura hermana del ahora restaurado. Y luego quedaría poner en pie la pareja de estatuas de alabastro y 11 metros de altura situadas en el tercer pilono.
Ninguno de los gigantes rescatados posee la habilidad de cantar de la que –cuenta la leyenda- gozó alguna vez el coloso norte. En el 27 a.C. un terremoto abrió en su anatomía una grieta que al amanecer, cuando la piedra se sacudía la humedad nocturna, emitía un quejido similar a la vibración de una cuerda de guitarra.
"Fue una leyenda griega y representaba la agonía de la Aurora boreal en la guerra de Troya", explica López Marcos. Por ello, el relato griego identificó a la monumental estatua con el dios Memnón, el rey etíope e hijo de Eos (la Aurora) que cayó a manos de Aquiles en venganza por la muerte de su amigo Antíloco. Fascinados por la narración, los turistas romanos y griegos visitaron el lugar para presenciar como el cuerpo de Memnón volvía a la vida todos los días por la caricia de los rayos solares de su madre.

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