Las personas con una enfermedad mental suelen ser a menudo relacionadas con conductas violentas cuando, proporcionalmente, este colectivo comete menos delitos que el resto de la población. Pero no queda ahí el desagravio. Según una revisión de estudios, una de cada cuatro personas con este tipo de trastornos ha sufrido un acto violento, lo que supone que sean cuatro veces más propensas que cualquier otro individuo a padecer un abuso.
En torno a medio millón de personas adultas muere cada año por un acto de violencia. Las personas con discapacidad (que suponen el 15% de los adultos de todo el mundo) parecen tener un mayor riesgo de sufrir un hecho violento por diferentes factores: exclusión de la educación y el empleo, necesidad de recibir asistencia personal en su vida diaria, menor defensa física y emocional, barreras en la comunicación, estigma social y discriminación.
"Comprender la magnitud de la violencia contra estos colectivos es el primer paso en salud pública para prevenir la violencia", señalan los autores de una revisión y metaanálisis de 26 estudios que incluían los datos de 21.500 personas con discapacidad de siete países: Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Taiwán, Reino Unido, Estados Unidos y Sudáfrica.
Tal y como explica el principal autor de esta revisión, Mark Bellis, de la Universidad John Moores de Liverpool, "aproximadamente el 3% de las personas con un deterioro no específico [físico, mental o emocional, o problemas de salud que conlleven una restricción de las actividades] habrá sufrido un acto violento en los últimos 12 meses, aumentando a casi una cuarta parte cuando hablamos de personas con una enfermedad mental. El tiempo de exposición a la violencia y la proporción de estas personas que son directamente amenazadas o que viven con el temor de llegar a ser una víctima, son sustancialmente mayores de lo que pensábamos".
En concreto, lo que comprobaron al analizar los datos de este análisis, publicado en la revista 'The Lancet', fue que la prevalencia de cualquier acto violento (físico, sexual o de género) fue mayor tanto en los adultos con una enfermedad mental (24,3%) como en aquellos con un deterioro intelectual -deterioro cognitivo, retraso mental o de aprendizaje- (6,1%).
Otro hecho que denuncian los autores de esta revisión es que, a pesar de las cifras, existen pocos estudios que analicen este tipo de actos violentos desde diferentes puntos de vista y, en muchos de ellos, algunos colectivos de víctimas quedan fuera de su interés: "No encontramos ningún estudio sobre la violencia que sufren las personas con un deterioro cognitivo o de aprendizaje en centros institucionales, a pesar de que se considera a estas personas especialmente vulnerables a la violencia", explican. Por otro lado, también ponen de manifiesto que la calidad de los estudios analizados es moderada y la mayor parte de ellos se realiza en países desarrollados cuando las personas con discapacidad más vulnerables a la violencia están en los países de medios o bajos ingresos.
"Aunque se necesitan claramente más investigaciones sobre este tema, la revisión subraya la gravedad de la violencia contra los adultos con algún tipo de discapacidad y sugiere la importancia de coordinar esfuerzos para identificar y responder frente a estos actos violentos", señala un editorial de la revista 'The Lancet'. "Deberían implementarse métodos para detectar a estas víctimas en los centros de salud, programas para las mujeres que han sufrido abusos, y centros de acogida independientes para albergar a un amplio colectivo de personas con discapacidad que hayan experimentado abusos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario